Por Pedro Corporán

El 14 de julio del año 2002, fecha memorable para la humanidad por el histórico aniversario de la Toma de la Bastilla que dio inicio a la Revolución Francesa en 1789; murió el nonagenario caudillo político Joaquín Balaguer Ricardo.

De pensamiento social abolenguista, reclamó su estirpe en base a los secularmente falseados eslabones de la historia nacional.

Su amplia bibliografía que lo eleva indudablemente a la condición de escritor prolífico, no abandona en ningún momento el culto al hispanismo. Su libro “España Infinita”, es una especie de colofón de coronación a lo que el Dr. Balaguer convirtió desde el poder, en una ideología histórica de la nacionalidad.

Parece que Joaquín Balaguer le concedía poca importancia en la composición racial, a la genética y la etnia, sobrevaluando los factores culturales como la lengua, la religión y los dominios del poder, colonial en este caso, por parte de la metrópolis colonizadora, España.

Esta forma de pensar jugaba papeles universales en el pensamiento social y político de Joaquín Balaguer. Recordemos su endoso a la frase de la historia de los girondinos: “Levantad la sangre y debajo quedará la obra”, usada en su libro “Memoria de un Cortesano de la Era de Trujillo”, para justificar los crímenes abominables del Generalísimo.

Apologista excelso del dictador, cubrió con el manto blanco de su exquisita cultura universal, flameando en el cielo inocente del pueblo dominicano, la raigambre delictual de la tiranía; bendiciendo con extravagante misticismo literario el cadáver decapitado del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, ajusticiado el 30 de mayo de 1961, panegírico que cerró la Era del Jefe.

Poder a cualquier precio parece haber sido la ética lapidaria que le permitió no inmutarse frente a nada, por eso atravesó los casi 31 años de la dictadura de Trujillo, como testigo ocular y participativo, justificador y sepulturero intelectual, sin ningún rubor, como las piedras, sin alma ni sentimientos.

De valor espartano, defendió su causa con prodigiosa inteligencia desde el atril de la serenidad del alma, pareciendo siempre lo que no era, contrario a muchos de sus adversarios que eran lo que no parecían, comenzando por el Dr. José Francisco Peña Gómez, coraza de león y corazón de paloma; o su archirrival histórico el Prof. Juan Bosch, de expresiones verticales en esencias de valores sublimes.

Alcanzó una estatura “freudiana” en el conocimiento de las emociones y la psicología de las masas populares que le permitieron gobernar omnipotentemente, por espacio de 22 años a la nación dominicana, con la apariencia angelical que adopta el creyente en los templos religiosos, pero con la espada del soldado decapitando adversarios en el campo de batalla.

Un hombre medularmente egocéntrico, megalómano, mesiánico, solitario, individualista, enigmático, impertérrito, es imposible que descendiera sólo a la tumba, se llevó su poder y sus creaciones intangibles que incluyen una de sus obras políticas, el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC).

Su epitafio debiera decir: “Aquí yace Joaquín Balaguer Ricardo, no dejó herencia”.