Por Manuel Hernández Villeta/A Pleno Sol

Manuel Hernández VilletaEl sistema de partidos de la República Dominicana debe fortalecer la pluralidad de las ideas. De acuerdo con las exigencias de la Junta Central Electoral existen cuatro grandes partidos, y una veintena de emergentes.

Pero no hay diversidad de ideas. Todos los partidos de hoy están enclaustrados en la misma línea programática. De ahí que es tan fácil que otrora enemigos, hoy estén reconciliados. La caída de las ideologías hace posible esa mezcla que nos parece erosiona la vida política nacional.

Aunque hay que reconocer que la gran alianza política ocurre entre contrarios. Unidos por un punto programático, los enemigos buscan la unión como una forma de subsistir. Ante un enemigo común, es de rigor pegar esfuerzos.

Pero tiene que florecer la pluralidad política. No es que a los partidos se les aseguren fondos de la Junta Electoral, o un número en la boleta, hay que pensar que es necesario que se puedan hacer reformulaciones sobre su plataforma de gobierno.

Cuando hablo de pluralidad de ideas, me refiero a que todos los sectores de la vida nacional tienen que estar representados en un partido o movimiento social o comunitario. Un caso, en Europa, los grupos ecologista  forman un fuerte partido, que aunque no tienen fuerzas para ganar la Presidencia, si son  una columna que se tiene que escuchar  sobre temas tan candentes como el eco-sistema, el medio-ambiente y la polución.

Los obreros o campesinos dominicanos tienen que estar representados directamente en un partido, y sería ideal el surgimiento de movimientos de profesionales y de áreas específicas de la vida. Esta sería la forma segura de que verdaderos representantes de las minorías logren escaños en las cámaras legislativas.

A los partidos pequeños dominicanos les ha faltado la sectorización, y con sus limitaciones quieren copiar el accionar de los llamados mayoritarios. La minoría partidaria es una muestra del pluralismo que se pierde, porque muchas de esas agrupaciones ahogan su voz, para mantener posiciones.

Pero  mientras llega la hora de que la genuina expresión popular pueda estar representada en el Congreso y en los Ayuntamientos, es hora de que los partidos se tornen más democráticos, y sean representativos de las masas irredentas que en sus siglas depositan su fe y su confianza de mejoría personal y un accionar social que los llevará a su desarrollo individual. Pero quedan encharcados porque  sólo son importantes al momento de depositar su voto. ¡Ay!, se me acabó la tinta.