Por Vianco Martínez

Fotos: César de la Cruz y Genris García

PADRE LAS CASAS, Azua.- Él se llama Daurys y ella se llama Talía. Mírenlos. Son dominicanos, tienen sueños y esperanzas y quieren estudiar y salir adelante. Como todos los niños dominicanos. Pero cada día tienen que enfrentar este calvario: caminar varios kilómetros loma arriba y loma abajo desde Fundo Viejo, el lugar donde viven, hasta El Gramazo, la comunidad donde está la escuela más cercana.

Tienen que cruzar este río -el río Grande-, enfrentar la soledad y peligros de los caminos y exponerse a las inclemencias del tiempo, todo para ir a tomar clases en su escuela.

En tiempos de lluvia, el río se vuelve más Grande y desencaja el «puente» fabricado por la comunidad que atan a un extremo con un cable para que no se lo lleve la corriente y volverlo a colocar cuando bajen las aguas.

Por las condiciones de los caminos, hasta aquí no puede llegar el cacareado Transporte Escolar (TRAE), por lo que los niños se desplazan por senderos al lomo de los animales y en la cola de una motocicleta de algún campesino que se cruce en su andar.

En esta zona, donde se unen el norte y el sur de la República Dominicana entre las provincias La Vega y Azua.

El Gramazo es un paraje del distrito municipal Las Lagunas, que a su vez pertenece al municipio de Padre Las Casas, en la provincia de Azua.

Los profesores

En aquella pequeña escuela que lleva el nombre de Vicente Cruz Victoriano, imparte docencia los profesores Juan Corsino, José Janel Tavera, José Miguel Minyeti, Francisco Adames y Kelvin Feliz. Los tres primeros residentes en Guayabal y los últimos dos en Padre Las Casas.

El centro educativo pertenece al Distrito 03-02, de Padre Las Casas.

Los profesores llegan al Gramazo los lunes y regresan a sus hogares cada viernes.

En estas alturas de la cordillera Central, hay veintidós comunidades que parecen detenidas en el tiempo, y solo hay diez escuelas, la mayoría centros de ficción levantados sobre los escombros del olvido.

Para algunos, es un paraíso en estas montañas.

Por estos cerros y hondonadas los caminos son de tierra y piedras.

Hay niños que no conocen el asfalto y adultos mayores que lo olvidaron.

¿Esta es la modernidad educativa que nos prometieron?