Por Cándida Figuereo Figueroa

A lo largo de la historia, generación tras generación, el síndrome de la maldad ha estado presente en una parte de la humanidad que por suerte no es mayoría.

Hay quienes definen la maldad como la inclinación espontánea a la hora de provocar un mal a otras personas con o sin justificación, lo que conlleva al desagrado en quienes actúan en pro del bien.

El odio da lugar a que quien gusta de la maldad viva inventando como hacer daño a su prójimo sin que éste le haya hecho absolutamente nada, solo por egoísmo.

Quienes creen en Dios saben perfectamente que no fueron creados con la tendencia a hacer el mal, por aquello de que nos hizo a su imagen y semejanza, aunque al mismo tiempo nos dio la libertad de decidir, como expresa Génesis en 1:27 y Job 34.do.

Es bueno que el ser humano reflexione y diga no a la maldad echándola en el zafacón del olvido. Nada se gana con la malquerencia.

La buena forma de un ser humano hacia los demás siempre es vista con agrado y respeto. El tiempo del hombre y la mujer por el mundo terrenal es muy breve y lo que debe hacer es aprovecharlo de manera positiva. Si no puedes ayudar, no destruyas, hasta una palmada de buena voluntad es suficiente para que un caído se levante.

El proverbio 27:11 refiere que “Dios quiere que combatamos nuestras malas tendencias” y nos guía por el camino de la bondad.

Los resultados de la maldad siempre han sido negativos. Es hora de cambiar hacia lo positivo no deseando lo que otros tienen, sino lo producido con tu esfuerzo.

Y es que cuando nos marchamos de este mundo terrenal nos vamos como vinimos, sin nada. La maldad, tarde que temprano, se revierte contra aquellos que la ponen en práctica. Nada es para siempre, vivimos hoy, no mañana.

La gente buena da gracias a Dios cada día por el tiempo que nos permite en este espacio terrenal, equivalente a un abril y cerrar de ojos.

Igualmente tener presente lo que señala Juan 5:19 cuando dice: “No puede el hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al padre; porque todo lo que el padre hace, también lo hace el hijo igualmente”.

En fin, dile no a la maldad y no hagas a los demás lo que no seas para ti, por aquello de que el que a hierro mata a hierro muere. Enfatizas en pro de un mundo mejor, de solidaridad como el que abrazas la mayoría de la población dominicana.