Por Narciso Isa Conde

El “Metálico” -como le dicen al asesino de su pareja embarazada y de los tres hijos/as de su primera víctima- no es un monstruo, sino un engendro del poder constituido.

No mató por ser Metálico (término utilizado en este caso para estigmatizar algo que se sale de la cuadra burguesa-cristiana), sino que lo hizo en su condición de engendro de los monstruos que dominan esta sociedad.

Sí, esos monstruos son los que siembran tanta delincuencia en el Estado y sus instituciones, en el poder electo y en el poder de facto…hasta ponerlos al servicios de mafias de todo tipo: políticas, empresariales, militares, policiales, narcos-mafias…Todas protegidas por una impunidad estructurada.

• Atributos y productos de una dominación monstruosa.

Sus ejemplares de alto rango se enriquecen vía todas las modalidades de explotación y corrupción, y se protegen con un sistema judicial bajo su control, que solo penaliza la delincuencia rastrera, de baja monta y bajos ingresos.

Se erigen en modelos, referentes de modas, consumos superfluos, exponentes de lujos y banalidades que el ser humano común no puede alcanzar por la vía de la economía legal.

Enseñan a robar, a matar, a torturar, a violar, a enriquecerse vertiginosamente sin trabajar… por la vía de sus enlatados televisivos y sistemas de comunicación.

Por esas y otra vías potencian el individualismo, el despotismo, el machismo, el racismo, el desprecio por niños y niñas, la xenofobia…

Se enriquecen hasta lo indecente, mientras crean mares de seres empobrecidos material y espiritualmente.

Pudren todo los que tocan: minas, bancos, empresas, medios de comunicación, universidades, servicios públicos, centros de salud, escuelas, partidos, unidades militares y policiales, tribunales, ministerio público, congreso, alcaldías y sistemas electorales.

Convierten todo en mercancías, incluida salud, educación, deporte, sexo, cargos políticos, candidaturas; situando el acceso a muchas de ellas en niveles inalcanzables para gran parte de los mortales de a pie.

Convierte iglesias en medios de enajenación y extorción, promotores de abusos, miedos y negocios.

Privan a la sociedad de educación sexual y convierte las relaciones sexuales en prácticas aberrantes o plagadas de insatisfacciones.

Imponen una cultura que traumatiza a muchos/as desde que nacen, convierten a niñas y adolecentes en madres solteras, disgregan los hogares empobrecidos, y lanzan a las calles a enormes contingentes juveniles carentes de empleos y posibilidad de estudiar.

Fomentan la paternidad irresponsable.

Exhiben sin pudor sus segundas, terceras y múltiples “bases”.

Cultivan hipocresías y simulaciones.

Mienten sin ruborizarse.

Se tragan tiburones podridos y tizanas de tachuelas todos los días.

Asan haitianitos y siembran odios

Estos si son los verdaderos monstruos.

Los monstruos intocables e impenitentes.

• Pertenencias y roles.

Tienen nombres de corporaciones, bancos, medios de comunicación, políticos ladrones, jueces de altas cortes, procuradores, altos funcionarios, jefes policiales y militares…y los hay hasta monseñores y pastores.

Tienen apellidos corrientes y sonoros.

Pertenecen a las claques de los viejos y nuevos súper-ricos, cada vez más moralmente degenerados.

A todos les place vestir a todo dar y consumir las mejores marcas para enrostrarle al común sus harapos y compulsarlo a ascender como sea, a cualquier precio.

Trituran la sociedad con mandíbulas de caimanes y lloran lágrimas de cocodrilos cuando estallan las tragedias en espacios manipulados por sus engendros.

Pasó así con la escena horripilante del “metálico” y pasa así con todas las tragedias parecidas, donde mujeres y niños/as pobres cargan con la peor parte de la crueldad entronizada.

No faltan las ruedas de prensa de procuradores y jefes policiales teatralmente compungidos.

Abundan los twits de esos monstruos implacables lamentando solemnemente el crimen de sus engendros procreados en el submundo que han creado para conturbar las barriadas humildes y la sociedad de los/as de abajo.

Prometen sanción y programas salvadores que pronto se esfuman.

Reaparece el reinado de la simulación.

Y seguirán sus orgías junto a su cínica opresión gansteril… hasta que el pueblo no alienado se decida a voltear la tortilla: a echar abajo a los monstros ubicados en la cima de la sociedad, para que por fin se detenga la fábrica de sus engendros macabros.