Por Milkella Monteagudo

 

Dentro de nuestra rica cultura popular, tenemos el ejercicio solidario de los “empujoncitos”; una muestra de servicio de amigo o amiga con vehículo al que no posee medio de trasporte privado.

Nuestro pueblo le llama “bola”. Las bolas dejan experiencia, vivencias, historias, que podemos contar, así:

Si tienes personas que te aprecian, aparecen bolas.

El que coge bola, se tiene que reír de todos los chistes del conductor/a.

Si quieres aprender a cambiar gomas, coge una bola.

Hay boleros tan confianzudos, que te piden aire y música.

El que coge bola con el compañero de trabajo que llega tarde, se convierte en impuntual.

Si está lloviendo y esperas una bola, como quiera te mojas.

Si coges bola y la persona se baja del vehículo y dice “Espérame un Momento”, se paciente.

Hay bolas que hacen que te arrepientas de coger bolas.

La mujer que le coge bola a un hombre, se arriesga a pagar.

La bola que más duele: cuando te sacan de ruta y tú, sin dinero.

Si la persona que te da la bola te pregunta, ¿tu andas rápido? No te subas al vehículo.

La mejor bola, la del miedo. (Insisten en llevarte a la puerta de tu casa, para que no te pase nada y se le vaya a pegar a ella o a él)

Si la bola es en un motor, no le digas que su motor esta bueno. Corre más.

Es posible que una bola, te lleve a escuchar buena música.

La bola que más se espera. La de una amiga.

El o la que coge bola en un vehículo en mal estado, se arriesga a empujar un carro.

El que coge bola, no habla de deporte, política, ni religión. Corre el riesgo de que te bajen del caro.

Hay bolas que hacen que te arrepientas de coger, bolas.