SANTO DOMINGO. – El presidente Danilo Medina, entregó este viernes el Premio Nacional de Periodismo 2019 a la periodista Emilia Pereyra, en reconocimiento a sus más de 30 años de grandes aportes en diferentes áreas del periodismo, con estricto apego al respeto y a los principios éticos.

Durante una ceremonia efectuada en el Salón de Embajadores del Palacio Nacional, el jefe de Estado entregó el galardón a la periodista y escritora en compañía del ministro de Educación, Antonio Peña Mirabal y Mercedes Castillo, presidenta del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP).

Además, estuvieron presentes el ministro de la presidencia, Gustavo Montalvo, el consultor jurídico del Poder Ejecutivo, Flavio Darío Espinal; el ministro de Cultura, Eduardo Selman, y el director general de Comunicación de la Presidencia, Roberto Rodríguez Marchena, y otras personalidades.

La galardonada recibió de manos del presidente Medina, la mayor distinción que otorga el Estado dominicano a la labor del periodismo, que consiste en un certificado de reconocimiento y un premio en metálico.

Minerva Emilia Pereyra Pérez, ha dedicado gran parte de su vida al trabajo periodístico con notables aportes en la cobertura de diferentes géneros como investigación y reportaje.

Al pronunciar el discurso central del acto, el ministro de Educación, Antonio Peña Mirabal, destacó que el Premio Nacional de Periodismo es el reconocimiento al esfuerzo, al trabajo, a la innovación, a la categoría humana y profesional de los galardonados, y a su generosidad por compartir sus conocimientos con todos.

Dijo que el galardón entregado a la periodista Emilia Pereyra, por su fructífera labor periodística, es un homenaje a cada una de las mujeres que han hecho suyas las redacciones de los periódicos, las estaciones de televisión y radio, y las plataformas digitales, impregnando la calidad de su trabajo, la entrega y pasión que le otorga el sitial de principalía en todos los medios de comunicación, ganándose el respeto y la admiración de sus compañeros y la población en general.

«Hoy, regocijados, entregamos el premio a Emilia Pereyra, una profesional que en su larga trayectoria como periodista ha laborado como reportera, editora, investigadora y ejecutiva en los principales medios de comunicación del país», expresó el ministro.

En tanto, Emilia Pereyra, manifestó su agradecimiento al Ministerio de Educación, al Colegio Dominicano de Periodistas y al jurado que valoró su trayectoria profesional iniciada a finales de los años 80.

Expresó que una de las mayores riquezas que proporciona el periodismo a quien lo ejerce es que ensancha sus horizontes, porque permite observar y analizar los contrastes y complejidades de la sociedad.

«En estos tiempos de cambios vertiginosos es necesario que nos ocupemos de lo fundamental y se fomenten los valores más elevados, se proteja a la población, se fortalezca la educación y se estimule la lectura», sostuvo la periodista.

Los miembros del jurado valoraron en la periodista su creativa, su incansable y fructífera trayectoria comunicacional, con un estilo propio en la redacción de sus escritos.

El jurado seleccionador estuvo integrado por el ministro de Educación, Antonio Peña Mirabal, quien lo preside, Adriano de la Cruz, ex presidente del CDP, y Rosa Olga Medrano, presidenta de la Asociación Dominicana de Radiodifusoras (ADORA).

También por Osvaldo Santana, representante de la Sociedad Dominicana de Diarios; Félix Almonte, director de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD); Margarita Cordero, Premio Nacional de Periodismo 2015, la catedrática de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) y periodista, Elvira Lora; José Rafael Sosa, secretario del Premio y Magdalena Núñez, encargada de Relaciones Públicas y coordinadora del Premio por el Ministerio de Educación.

En la historia del premio han sido galardonados los comunicadores, Carmenchu Brusiloff, Osvaldo Santana, Luis Eduardo –Huchi- Lora, Margarita Cordero, Juan Bolívar Díaz, el profesor Rafael Núñez Grassals y Minerva Isa, así como los fenecidos Rafael Molina Morillo, Mario Álvarez Dugan, Radhamés Gómez Pepín, Francisco Comarazamy, Emilio Herasme Peña y Felipe -Lipe- Collado. El Premio Nacional de Periodismo, está consagrado en el Decreto No.74-94, del 28 de marzo del 1994.

Emilia Pereyra

Minerva Emilia Pereyra Pérez es periodista y escritora, nacida en Azua de Compostela, en República Dominicana.

Estudió comunicación social en la Universidad Autónoma de Santo Domingo e hizo una maestría en periodismo multimedia, en España.

Ha laborado como reportera, articulista, editora, investigadora y ejecutiva en El Nuevo Diario, El Caribe, CDN y SIN, principales medios de comunicación de la República Dominicana. Además, en los desaparecidos diarios La Noticia, El Siglo y Última Hora, aportando en cada uno el arte y dominio de una redacción llana, elocuente y enriquecedora. Actualmente, trabaja en el periódico Diario Libre, donde publica sobre historia y cultura dominicanas.

En 1998, su novela “Cenizas del querer” figuró entre las diez finalistas del Premio Planeta, uno de los galardones más importantes otorgados a novelas escritas en lengua española. Además de “Cenizas del querer”, ha publicado las novelas “El Crimen verde” y “Cóctel con frenesí”.

También, el libro “Rasgos y figuras”, conjunto de perfiles biográficos previamente publicados en el diario Hoy. Varios de sus cuentos han sido incluidos en antologías nacionales y extranjeras y traducidos al inglés y al italiano.

En 2005, a Pereyra se le concedió una beca literaria en Leding House, una prestigiosa residencia que reúne a escritores de todo el mundo, en Hudson, Estados Unidos, bajo la dirección de la reconocida fundación Art Omi.

Un año después, realizó un curso sobre periodismo en áreas de conflictos, que concentró a periodistas y escritores de Latinoamérica en Tel Aviv, Israel.
Pereyra es miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua.

Discurso pronunciado por Emilia Pereyra en la ceremonia de aceptación del Premio Nacional de Periodismo 2019

Señoras y señores:

Me complace compartir estos gratos momentos con todos ustedes, a quienes agradezco la gentileza de asistir a esta ceremonia.

Agradezco profundamente la entrega de este Premio Nacional de Periodismo 2019 al Ministerio de Educación y al Colegio Dominicano de Periodistas, gracias a la decisión de un acreditado jurado que valoró mi trayectoria profesional iniciada a finales de los años 80, antes de que obtuviera mi grado de licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

De manera especial dedico este galardón a la memoria de mi madre, Minerva Pérez, quien estimuló muy tempranamente mi interés por la lectura y la literatura, a mi padre Luis Emilio (Bolívar) Pereyra, por respaldarme incondicionalmente, a mis hermanos Diliana, Hamlet e Israel y a mi hijo Eduardo.

Además, evoco con gratitud a mi maestra de la secundaria, la hermana Dionne Mañón, quien enseñaba español y literatura en el Colegio San José, de Azua, donde ella descubrió que yo tenía habilidades para la escritura y me motivó a seguir mi naciente vocación.

También recuerdo con mucho cariño a mis compañeros y compañera del colegio y de la época universitaria, de los cuales tenemos aquí muy buena representación. Con ellos compartí mucho tiempo, así como con mis maestros y superiores y colegas de los ambientes académicos y laborales.

Lo cierto es que fue motivo de regocijo recibir la inesperada nueva sobre este reconocimiento, feliz resultado de una propuesta de candidatura que hicieran hace algunos años dos queridas amigas y colegas de la etapa universitaria al comité evaluador.

Y a propósito, algunas personas han advertido que con la entrega de este premio se resalta por primera vez a alguien de una generación de periodistas que ingresó a los medios tras la caída de la dictadura de Trujillo, el derrocamiento de Juan Bosch, la guerra del 1965 y los gobiernos de Balaguer. También se ha resaltado que es la cuarta vez que el galardón se le otorga a una mujer, luego de haberlos ganado las prestigiosas colegas Minerva Isa, Margarita Cordero y Carmenchu Brusiloff.

Aunque llegué al periodismo a través de la literatura, gracias a las buenas perspectivas que este arte le proporcionó a mi vida, en la adolescencia, cuando residía en Azua, donde nací, mi vocación periodística ha sido tan robusta como la literaria. Además, me ha llevado a explorar diversas facetas, ya que no solo he ejercido el reporterismo con intensidad, sino que también he podido desempeñar otros roles y cultivar la investigación en diversas etapas de mi carrera.

Por fortuna, en este ciclo de mi vida se me ha dado la oportunidad en Diario Libre, medio para el cual laboro, de continuar explorando otra faceta que me ha cautivado. Me refiero a la indagación sobre el pasado, a la que llegué luego de hacer una especialización en investigación histórica e historia del Caribe.

Como habrán podido percibir, mi ejercicio profesional ha atravesado diversos períodos, desde que empecé a andar por estos complejos caminos, cuando escribíamos en las ruidosas maquinillas Olympia y ni por asomo suponíamos que en unos años usaríamos las revolucionarias tecnologías de la información hoy omnipresentes y que han determinado que el periodismo enfrente grandes retos en vista de que trabajamos en ambientes cambiantes y exigentes, no exceptos de riesgos e incertidumbres, que a menudo nos hacen pensar en cuál será el rumbo de esta profesión a la que se les han multiplicado los competidores gracias al avance tecnológico que intercomunica en tiempo real a todos los rincones del planeta y que ha democratizado la difusión de la información, de las creencias y estilos de vida, lo cual ha despojado a los medios tradicionales del control de la divulgación.

Conviene recordar que está en nuestras manos la práctica idónea de la profesión, revistiéndola de dignidad y fortaleza para que aporte con mayor certeza al progreso cultural y material de nuestro país, necesitado de paradigmas, en todas las áreas, pues para la supervivencia de la nación se requiere no solo mucho esfuerzo si no de figuras inspiradoras, que proyecten su genuino interés por el avance colectivo, tal como en el pasado lo demostraron personas de gran reciedumbre, visión progresista, espíritu democrático, integridad probada y firme determinación.

Una de las mayores riquezas que proporciona el periodismo a quien lo ejerce es que ensancha sus horizontes, porque permite observar y analizar los contrastes y complejidades de la sociedad.

Esta experiencia agudiza la sensibilidad y enriquece el conocimiento, pues en la mañana podemos cubrir inundaciones, accidentes o huelgas en lugares pocos favorecidos y más tarde asistir a grandes eventos, lo cual da la sensación de que vivimos yendo de un extremo a otro.

Ahora, por ejemplo, podríamos entrevistar al vendutero de la esquina o al más encumbrado político, empresario o cantante que suele figurar en las portadas y en las webs más populares.

Y ese ir y venir desde los niveles donde prevalecen la pobreza y el dolor, hasta los escenarios más deslumbrantes, donde parecen eternizarse las riquezas y los aplausos, nos acerca a las realidades de nuestro entorno.

En esos ambientes ejercemos el periodismo, entre precariedades y tentaciones, entre grandezas y miserias, situaciones que deben motivarnos a nosotros, los periodistas, a mantener la curiosidad y la prudencia y a centrarnos en la misión básica que es indagar e informar eludiendo los intereses particulares, centrándonos en el propósito de contribuir para que se puedan resolver los problemas comunes.

En este tiempo de cambios vertiginosos es necesario que nos ocupemos de lo fundamental y se fomenten los valores más elevados, se proteja a la población, se fortalezca la educación y se estimule la lectura.

Las extraordinarias transformaciones de los últimos años han traído grandes beneficios, que sin dudas impulsan el progreso económico y social y son capitales para la medicina, la comunicación, la ingeniería y la aeronáutica, entre muchos otros campos, pero también están causando problemas, muchos de los cuales atañen al periodismo. Y mencionamos, por ejemplo, la casi incontable cantidad de medios de comunicación de todo tipo que coexisten y a la torrentosa difusión de contenidos y audiovisuales en webs y redes sociales que convierten el día a día en una babel, que nos deja sin posibilidad de digerir los caudales de datos, sonidos e imágenes que recibimos donde quiera que estemos, sin que en determinados casos podamos discernir si reflejan la realidad o la falsía.

Las noticias engañosas, las famosas fake news, se han convertido en auténticos problemas, que han afectado incluso campañas políticas y generado investigaciones de alto nivel en varios países, pero nadie sabe exactamente cómo enfrentarlas.

Nosotros no somos ajenos a estos fenómenos de la posmodernidad. No podemos eludir la aldea global del docto McLuhan. También en nuestros territorios se manifiesta la manipulación relacionada con la política, la economía y otros ámbitos, desde los que se difunden noticias farsas y se busca cambiar percepciones e incidir en la llamada posverdad, una forma eufemística de llamar a la tergiversación y a la mentira.

El panorama es muy complicado. Sin embargo, no existen vías de retorno. Esta es la realidad y tenemos que afrontarla, ejerciendo con responsabilidad nuestro oficio y comprendiendo que ahora lo único garantizado es el cambio y que la calidad siempre abre caminos.

Estas nuevas realidades, parte del espectáculo de luces y sombras del que somos protagonistas y testigos, no deben enmascarar el lamentable hecho de que, como país, tenemos que superar muchos problemas y mejorar, pues es sabido por todos que seguimos manteniendo prácticas negativas, como es la cultura política clientelar, el frecuente incumplimiento de las leyes, la injusta distribución de las riquezas, la inseguridad ciudadana y el dolo y también el ejercicio banal del periodismo.

Gobernantes y gobernados debemos ocuparnos con valentía para que en este siglo XXI nuestra nación pueda dar un verdadero salto hacia la organización efectiva, la sólida institucionalización, la equidad social, la educación de calidad y al ejercicio responsable de la comunicación, campo en que tenemos gran incidencia los periodistas.

Es estimulante reconocer que podemos superar males y deficiencias si realmente lo queremos. Hay que confiar en la capacidad de nuestra gente de revertir situaciones desfavorables e injusticias, sin esperar que desde fuera nos indiquen cuándo y cómo hacerlo, pues los dominicanos hemos demostrado en momentos difíciles que podemos superarnos.

En el periodismo, debemos apostar a la honestidad, a la calidad, a la revaloración de la cultura y al aprecio y al cuidado de nuestro idioma, al ejercicio de la libertad de pensar, denunciar y criticar hechos y conductas censurables, con sentido de la responsabilidad, tomando en consideración que la sociedad deben recibir informaciones fiables e ideas que contribuyan a su desarrollo.

El periodismo debe tomar lo mejor de las experiencias pasadas, del legado de sus hombres y mujeres preclaros, y usar los recursos de la revolución tecnológica para seguir aportando al progreso en todos los campos.

Nuestra profesión no debe renunciar, de ninguna manera, al poder de contribuir a que nuestra sociedad sea más humana, justa e inclusiva y esté mejor comunicada.

Esperamos, pues, que confiemos más en nosotros mismos y en la capacidad que tenemos para transformar el presente y delinear un futuro esperanzador.

Muchas gracias
6 de diciembre del 2019.
Palacio Nacional, Santo Domingo

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