Por Ramón Colombo/FOGARATE

Debe saber la incrédula concurrencia que se puede ser feliz sin disponer de un teléfono celular. Créanme que durante mis vacaciones en México, gozando a mis anchas todo lo que me brindaron generosamente los míos, complaciendo así mi honrosa condición de sibarita, no usé el celular, pues se me dañó (¡Lo que curiosamente me ha ocurrido en las tres últimas visitas!). Y así, sin telefonía personal, sin internet, sin wasap, sin juegos solitarios ni nada, constaté que sin esa ancla electrónica se puede vivir y ser libre como cualquier perro callejero (que es, por cierto, lo que quiero ser si acaso vuelvo a nacer).