Por Ramón Colombo/FOGARATE

Dado a una innegable vagancia intelectual, hastiado de la rutina covidiana y presupuestaria y del prometido castigo a los corruptos que no acaba de llegar, si es que alguna vez llega (de lo que, como a muchos, me asaltan severas dudas), ayer me dediqué a revisar las frases que identifican a los jefes de Estado mansos y cimarrones que hemos tenido de 1962 a esta parte, y la verdad es que no encontré una que superara esta genialidad retórica: “Mis mejores amigos son los hombres de trabajo”. Ni Joaquín Balaguer, que fue su autor (al servicio de la imagen de Trujillo), pudo inventar algo semejante para su beneficio.