Por Manuel Hernández Villeta/A Pleno Sol

La designación de nuevos fiscales debe servir para afincar el estamento judicial dominicano. El fiscal no es una figura para agradar por su modo de vestir o su forma de hablar. No, es el juez de la querella y lo que importa de él, cara bonita o rostro pétreo, es que tenga el pulso suficiente para preparar buenos expedientes.

El que tiene miedo, no puede ser fiscal. El que se dobla por un puñado de pesos, no puede ser fiscal. El que no piensa en el deber que tiene sobre sus hombros como un sacrificio y un deber, no debe ser fiscal. Al llegar a esta posición pone en peligro su estabilidad social, familiar su seguridad y hasta su futuro. Debe saberlo, antes de tomar el cargo.

Con sus acciones nunca va a satisfacer a todos. Lo importante no es ser gracioso, sino responsable. El fiscal es parte de ese entramado judicial donde la diosa Themis tiene una venda y una balanza.

No puede haber ante un fiscal nombres notables, ni pobres indigentes. Solo tiene que haber equidad y don humano. No solo son las pruebas frías, sino su íntima convicción de ser humano. Como juez de la querella determina si a un implicado se le sigue causa, o se le manda a su casa.

Siempre fuimos partidarios de que se hiciera una mezcla, un híbrido, entre la íntima convicción del juez y el cumulo de pruebas. El juez no es una máquina de ver expedientes, tiene que haber una parte donde hable su corazón y su mente. La aplicación de justicia no es una ecuación, sino la suma de factores que hacen posible que el crimen no quede impune.

Hemos dado un paso de avance, en que ya los fiscales no son designados mediante decreto del Poder Ejecutivo. Pero hay que seguir trabajando para que totalmente se abandone la práctica de la recomendación de políticos que buscan su cuota. En un futuro cercano también se deberá designar al Procurador General de la República por intermedio del Consejo Nacional de la Magistratura, o cualquier organismo equivalente.

Hay una discordancia. Si los fiscales son nombrados por un consejo del ministerio público, y no por el Presidente de la República, al jefe de todos los fiscales, que es el Procurador, debería ser designado por el mismo mecanismo, y no por decreto oficial.

Salen buenos fiscales, que hicieron su trabajo a costa de sacrificios y desvelos. Muchos fueron cuestionados por el desempeño del cargo, pero esa es la vida. En posiciones de tanta relevancia se hacen amigos y enemigos, sectores que reconocen y otros que reniegan. Lo que hay que levantar son las manos, corazón y mente limpios y sin prejuicios. Página nueva a escribir en el sistema judicial dominicano.

Hay que seguir teniendo confianza en la justicia, a pesar de los tropezones y los inconvenientes. Los nuevos fiscales serán evaluados por el pueblo en base a su objetividad, seriedad y responsabilidad; poco importará, en las damas, el largo de la falta o el color del pelo, y en los hombres, el saco entallado o la voz aflautada. ¡Ay!, se me acabó la tinta.