Por Manuel Hernández Villeta/A Pleno Sol

La iglesia católica está envuelta en el cambio generacional. Nuevas autoridades van emergiendo, y se abren otros senderos en el trabajo del día a día. Se va alejando a pasos lentos pero firmes de la era del Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez.

Siempre el Cardenal, como lo conoce el pueblo, será un referente en la iglesia católica dominicana, pero en el día a día se imponen nuevas orientaciones, y se cambia el parámetro de relaciones con la comunidad y las autoridades.

Los obispos que acompañaron a López Rodríguez van paulatinamente entrando en la jubilación. Más que por presiones, por cuestiones de edad. Llenaron una época, pero ahora viene la entrega de la antorcha.

El más reciente cambio es en la diócesis de La Altagracia, que se puede considerar una de los más importantes del país. Pasa a ocuparlo un sacerdote académico-doctrinal, que conoce el sistema parroquial, las aulas universitarias, y que está más cerca de la prédica espiritual, que de la lucha social.

Monseñor Jesús Castro Marte llegó al seminario a los 14 años, proveniente de una zona rural de San Antonio de Guerra. Dice que entre sus prioridades está la evangelización, el crecimiento de las vocaciones sacerdotales en las provincias del Este que necesitan muchos sacerdotes.

Monseñor Francisco Ozoria Acosta, arzobispo Metropolitano de Santo domingo, es el nuevo jefe de la iglesia católica dominicana. Cada Obispo es independiente y tiene fuerzas de resolución en su comunidad, pero sin dudas, el que encabeza la Conferencia del Episcopado Dominicano y es arzobispo en la Capital, tiene la batuta de mando.

Al Cardenal López Rodríguez le tocó ejercer en momentos en que la iglesia era sacudida por la teología de la liberación, la que paulatinamente fue silenciada, y hoy ha quedado únicamente como escaparate de algunos teólogos y libres pensadores.

En el país no hay ya una teología de la liberación contestaría para los problemas internos de la iglesia, y para hacer frente a la ebullición social. Los llamados curas contestatarios han sido acallados paulatinamente, o por lo menos se han replegado.

La iglesia tiene un deber con el mantenimiento de la doctrina de fe y el fortalecimiento espiritual de sus fieles, pero cometería un error muy grave si se aleja de la prédica social. La promoción del evangelio no es contradictoria con levantar voz contra las injusticias, el hambre y la miseria.

Dejar a un lado esa realidad, sería una falta de tacto. La redención humana tiene que comenzar por la implementación de la justicia, de la igualdad y de la convivencia pacífica.

Los cambios de liderazgos son obligatorios cuando el mandato del tiempo indica que se llega al final de las fuerzas físicas y mentales, pero nunca se puede postergar la acción para salvar de la miseria, del abandono, de la opresión, a los menesterosos de la tierra. ¿No es lo que dice El Sermón de la Montaña? ¡Ay! se me acabó la tinta.