Por Manuel Hernández Villeta/A Pleno Sol

La pastoral que todos los años emite la iglesia católica, con motivo del Día de La Virgen de La Altagracia, debe ser su pronunciamiento más importante. En esa homilía se puede palpar cual es el sendero de los católicos.

En ocasiones ha tenido un verbo tonante, quemante, planteando y buscando soluciones a problemas sociales y de respeto a la vida. Se ha enfrentado a represión de gobiernos de mano fuerte, y también ha servido de columna a gobiernos dictatoriales.

El mundo de hoy ha cambiado. En el siglo 21 terminó la lucha de ideologías, como la conocimos desde el comienzo del 20. Izquierdas y derechas, y la iglesia en la cúpula tratando de disfrazar que apoyaba a las derechas. En muchas ocasiones se dividió entre curas de chancletas y los obispos perfumados.

La iglesia dominicana desde hace unos años se va tornando más conservadora, mientras crece el declive moral, social y político de la sociedad. Necesita conductores de manos fuertes. La iglesia con la Pastoral de La Altagracia de este año da nuevas muestras de su conservadurismo.

No hay insensibilidad ante los problemas sociales, pero los trata de soslayo, con timidez, y da más importancia a una fina prosa, bien estructurada, digerible, con una redacción final digna de los mejores escritores religiosos, pero le falta lo que pregonó el Sermón de la Montaña: el calor humano. No se pone en pie ante el hambre y la miseria que empuña a los dominicanos por el cuello. Habla de cómo se debe implementar una campaña contra la pandemia, pero a la pluma le falta pimienta.

La iglesia no puede ser un activista político-partidista, de esos que piensan que es posible hacer la revolución con cuatro descamisados vociferando en un micro-mitin en una calle cualquiera. Lo que si no puede negociar es que tiene que ser voz de los millones que no pueden expresarse.

De los que con su miseria y su abandono social tienen la soga en el cuello, y no ven soluciones ni alternativas. Esa gran masa social, sea religiosa o no, necesita que alguien canalice sus plegarias. Es dejar los trajes finos, ponerse las sandalias e ir donde está el grajo y la desesperación.

Es hora de que la iglesia católica de un puñetazo en la mesa. Lance un ¡carajo! y plantee el desgarrador drama del hambre y la miseria de este pueblo. La lucha por los desvalidos de la tierra está en cada una de las epístolas del apóstol Pablo, por lo tanto, la iglesia católica solo estaría dando paso a un compromiso de fe. ¡Ay!, se me acabo la tinta.