Por Rafael Polanco
Cuando ha sido víctima de un secuestro y se han padecido los rigores de estar a merced del o los autores, sin poder hacer nada, más que someterse a sus directrices y se tiene la suerte de salir sano y salvo, aprende uno a valorar la existencia.
Se define al rehén como ¨persona retenida en contra de su voluntad por alguien que, en una guerra, un asalto, un secuestro, etc., exige una cantidad de dinero o el cumplimiento de unas determinadas condiciones. Se trata pues, de una amenaza para la integridad del o los cautivos.
Recuerdo que, corría el 1978, momento en el que República Dominicana vivía un ambiente de cambios, a partir del 16 mayo de ese año, luego del triunfo del PRD, período en el que había nuevos aires, tras 12 años de gobierno del doctor Joaquín Balaguer Ricardo y su partido, el PRSC que habían despertado mucho rechazo en gran parte de la población.
Se decía entonces que la victoria del partido blanco no fue bien acogida por sectores desplazados del poder, entre ellos grupos militares a los que no les resultó de agrado la libertad de muchos considerados presos políticos, para ellos ¨comunistas¨, a través de una Ley de Amnistía, promovida por las nuevas autoridades, que permitió la excarcelación de cientos de reclusos, en su mayoría jóvenes militantes políticos y el retorno de los exiliados.
Es precisamente por esa razón que llamaron la atención los secuestros en serie, protagonizados dos por militares, uno por un agente policial y un cuarto, por un civil.
Estos hechos dieron lugar a que se pensara que se trataba de un plan orquestado para afectar al gobierno encabezado por el hacendado Silvestre Antonio Guzmán Fernández.
El primero de esos hechos se registró el 17 de noviembre de 1978, cuando el raso de la Fuerza Aérea Dominicana (FAD) Pablo Alfredo González Mateo, ingresó a la sede de la embajada de la República de Argentina, ubicada en la avenida Máximo Gómez número 10, próximo a la avenida Independencia, frente al Palacio de Bellas Artes.
El militar declaró que su intención era secuestrar al embajador, pero al no estar presente, tomó de rehén a la secretaria Ana Carolina Curiel, quien permaneció en su poder durante unas 7 horas.
Luego de intensas negociaciones, en las que intervinieron mandos militares y funcionarios del gobierno, a quienes el raso González Mateo reclamaba ser enviado a México o Uruguay y la entrega de 100 mil dólares, el caso concluyó con su captura en el Aeropuerto Internacional de Las Américas, al entregar su arma y su presa pensando que se iría al exterior en calidad de exiliado.
Dos meses después, el 17 de enero de 1979, el raso policial Silvestre Caba Abreu ingresó en horas de la tarde a Radio Guarachita, popular emisora de la época, ubicada en la calle Palo Hincado casi esquina Mercedes, próximo al Parque Independencia y el Cuartel General del Cuerpo de Bomberos, donde tomó de rehenes a empleados y visitantes, entre ellos: Tony Díaz, Nancy de Martínez, Francisco Jáquez Santos, Sandra Carmona Ventura, Alby Escoto Reyes, Francisca Batista y Francisca Decena Encarnación.
En esa oportunidad el raso Caba Abreu hizo pronunciamientos políticos, invitando a desconocer el orden constitucional y derrocar el gobierno de Guzmán Fernández que llevaba unos cinco meses de instalado.
Luego de unas horas de tensión y negociaciones, próximo a la media noche, el entonces jefe de Policía, mayor general Virgilio Payano Rojas, logró persuadir al uniformado para que liberara a sus rehenes y se rindiera.
Posteriormente, el 7 de febrero del mismo año, 1979, pasadas las 5:30 de la tarde, el sargento del Ejército Nacional Guillermo Antonio Ramos, penetra de forma violenta en una cabina telefónica del Aeropuerto Internacional de Las Américas y toma de rehén a la empleada Gracelín de Mieses. En aparente estado de demencia, el militar reclamó 10 millones de dólares y salvoconductos para él y sus familiares para viajar hacia Venezuela, porque allí había mucho dinero y mucho petróleo, afirmaba.
Hora y media después fue sometido a la obediencia por tres oficiales y recluido en la cárcel pública de San Cristóbal, donde unos meses más tarde se habría suicidado ahorcándose.
Secuestro de periodistas:
Transcurridos tres meses y 9 días, se produce el rapto de 7 periodistas de Radio Comercial, denominada la ¨Emisora del Pueblo¨, esta vez protagonizado por el civil José Danilo Sánchez Pineda, quien se apersonó al Departamento de Prensa de la citada radioemisora próximo a las 9:00 de la mañana, hora en la que los comunicadores que laboraban allí se aprestaban a salir a cubrir sus respectivas fuentes noticiosas, ajenos a que la noticia del día la encabezarían ellos.
Entonces era normal que los ciudadanos acudieran directamente a los medios de comunicación a denunciar situaciones o a formular reclamos.
Pensamos al ver entrar a Sánchez Pineda que de eso se trataba. Se notaba nervioso o contrariado: Pocos segundos después sacó un arma y dijo: todos al suelo, esto es un secuestro.
Ese 16 de mayo de 1979, hace 40 años, se cumplía el primer aniversario del triunfo del PRD, con Guzmán Fernández como jefe del Estado y los reporteros iban listos a buscar reacciones sobre ese acontecimiento, mientras los medios también estaban atentos a los acontecimientos en la cruenta revolución en Nicaragua, encabezada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), buscando desplazar del poder la dictadura de los Somoza, representaba por Anastasio Somoza Debayle (Tachito).
Noti-Tiempo se había convertido en una especie de vocero en República Dominicana del Frente Sandinista, pues cada día, el equipo de prensa hacia el exterior del FSLN realizaba una o dos llamadas desde el campo de batalla en Nicaragua para dar cuenta de sus avances en lo que ellos denominaban la batalla final y que siempre terminaban con la frase: ¨Manos fuera de Nicaragua, Patria Libre o Morir¨.
Fue una rara mañana, pues ninguno de los jefes del Departamento de Prensa de Radio Comercial estaban presentes cuando ingresó Sánchez Pineda a ejecutar su plan. Los periodistas Eulalio Almonte Rubiera, Marino Mendoza y Eurípides Herasme Peña (Don Yiyo) extrañamente estaban ausentes.
La emisora era propiedad del extinto empresario José Antonio Brea Peña y la dirigían sus hijos Rubén y Alberto Brea Gutiérrez, quienes tenían vínculos con el PRD, amén de que la misma servía de matriz al programa Tribuna Democrática, vocero de esa organización.
Por esa razón, desde el primer momento se pensó que se trataba de un secuestro político, protagonizado por Sánchez Pineda, quien reclamó que el presidente Guzmán hablara al país, comprometiéndose a garantizarle la vida y a facilitar salvoconductos para él, su esposa Nilda, sus hijos Daniela, de 8 años, José Danilo, de 7, Aracelis, de 6 y Cristian, de 5 para ser enviados en calidad de exiliados a México o Venezuela.
Admitió haber escapado días antes de la cárcel de La Victoria, donde estaba recluido, acusado de formar parte de una supuesta peligrosa banda de atracadores que, al decir de la Policía, dirigía Demetrio Geraldo Morillo, alías Yarey, quien habría sido muerto por Sánchez Pineda para asumir la cabeza del grupo delincuencial.
Sin embargo, hay la versión de que Morillo y Sánchez Pineda tuvieron diferencias personales por un dinero que el primero le había tomado prestado a rédito al segundo y ponía reparos para pagarlo, lo que provocó que el 22 de marzo de 1979 el deudor fuero muerto a tiros en la Plazoleta La Trinitaria, próximo al Puente Juan Pablo Duarte.
Nos contó que lo había llevado a ese lugar engañado, al ofrecerle un moro de habichuelas negras con carne de cerdo, pues según explicó ¨Yarey era loco con esa comida¨.
Luego del crimen fue capturado y enviado a la cárcel de donde logró escapar en un camión recolector de basura, según él, sin la complicidad de agentes policiales, sino por ¨hipnotismo¨, el 8 de mayo, justo una semana antes del secuestro.
Previo al secuestro, según información de la policía, había asaltado al cabo José Mayi Burgos, quien prestaba servicios en el Departamento de Tránsito del cuerpo del orden, al que propinó una golpiza y desarmó, con cuya arma cometió el rapto.
Los periodistas secuestrados: Margarita Cordero, Jesús Manuel Jiménez, Negro Martínez, Pedro Familia (Pepe), Antolín Montas (El Guardia) y Rosario Tifá, quien se desempeñaba como archivista del Departamento de Prensa, además del autor.
Cuenta el periodista Melton Pineda, quien era pariente, ¨casi hermano¨ de crianza de éste, que antes de cometer la acción, estuvo gestionando asilarse en la embajada de México o de Venezuela y que la noche del 15 de mayo, le solicitó. por la vía telefónica y luego mediante carta manuscrita, interceder en su favor, pues aseguraba que había sido sentenciado a muerte por la policía.
Agrega que, al no lograr su objetivo, parece que se desesperó y tomó la decisión de ejecutar el secuestro, del que estaba dispuesto a salir al exilio o al cementerio, con la salvedad de que al campo santo no se iría solo.
Melton lo define como una persona que tuvo habilidades para los negocios, pues fue mayorista en la venta de billetes y quinielas, labor con la cual ayudaba a sus familiares, también fue propietario de varios vehículos que alquilaba para el transporte público, además de prestamista. Sin embargo, se vio en bancarrota, pues era mujeriego, bebedor y jugador, lo que le llevaba a perder mucho dinero.
Reconoce que era una persona peligrosa, capaz de cualquier cosa, razón que le llevó a presentarse a las instalaciones de Radio Comercial tan pronto se enteró del secuestro con temor a un final trágico.
Las autoridades habían tendido un cerco en torno a las instalaciones de Radio Comercial y, enteradas de la peligrosidad del autor del rapto, procedieron a conducir al lugar a sus padres, José Pineda Reyes, (Chin) y Asunción Sánchez, (Nuna), nativos de Barahona, a fin de convencerle para que desistiera de su acción.
Al decir de sus familiares, luego de la muerte de Yarey éste aseguraba estar acorralado y condenado a muerte por la policía, razón que le llevó a planificar asilarse en una embajada o realizar un secuestro para lograr su propósito de salir del país.
Materializado el rapto, a lo interno del Departamento de Prensa de Radio Comercial se sucedieron situaciones tales como:
a) Una vez toma el control de la situación, el secuestrador entrega una soya roja que llevó consigo al periodista Antolín Montas y le ordenó proceder a amarrar a sus compañeros.
b) Luego ordenó mover los escritorios en los que laboramos, con las gavetas hacia las paredes y sentarnos en el piso, con Antolín de pie, ubicado a distancia suya, éste le ordena llamar a la cabina de la emisora, a la locutora de turno, Norma Graveley, para que posibilitara que él dirigiera un mensaje al país dando cuenta del porqué de su acción y de sus exigencias.
c) Montas también actuó como su interlocutor en las conversaciones que posteriormente se realizaron, vía telefónica, con las autoridades en busca de una salida negociada a la situación.
d) Hasta el desenlace, nunca supimos, ni Sánchez Pineda ni los cautivos, que la periodista Margarita Cordero estaba dentro del Departamento en un área no visible, donde laboraban los jefes.
e) Hubo un momento de tensión, en el que se produjeron movimientos en las afueras del Departamento de Prensa, lo que le hizo pensar que se iba a accionar en su contra y entonces reclamó la intervención de los obispos Juan Félix Pepén y Roque Adames Rodríguez para ¨evitar un baño de sangre¨, señalando que su intención no era matar periodistas, a menos que no le dejaran otra alternativa.
Otra situación digna de contar es el hecho de que, luego de rechazar ofertas para pasarnos jugos y algo de comer, fuera el propio Sánchez Pineda quien pidiera se le supliera bebidas alcohólicas y jugo de naranja, que se colocara en la estación música de Julio Iglesia, en especial las canciones Caminito, Me Olvidé de Vivir, Por el Amor de una Mujer, Con la Misma Piedra y Voy a Perder la Cabeza por tu Amor, entre otras.
Cuenta Melton que se preocupó al enterarse de que Sánchez Pineda pidió bebidas alcohólicas y que fue correspondido por las autoridades, porque cuando ingería alcohol se tornaba mucho más violento y peligroso.
En medio de la extrema tensión, se produjo la interrupción de la energía eléctrica, nunca supimos si fue fortuito o provocado, lo cierto es que eso motivó que el secuestrador hiciera un disparo de advertencia en la oscuridad y gritara: ¨Yo no estoy loco. No traten de entrar, porque no quiero matar periodistas, pero si ustedes me obligan, voy a disparar¨.
Muy nervioso, en medio de la tensión, dijo tener una pistola, un revólver, granadas y explosivos, aunque ya las autoridades sabían que apenas tenía un revolver calibre 38.
El apagón y el disparo nos hizo pensar que nos había llegado la hora y vislumbramos un desenlace cruento. Era evidente que las autoridades se estaban desesperando en la medida que se prolongaba el tiempo sin solución visible.
Con el tiempo supimos que por el lugar desfilaron funcionarios de todos los calibres, entre ellos: El Procurador General, Caonabo Fernández Naranjo, el jefe de Policía, mayor general Virgilio Payano Rojas, el Secretario de Interior y Policía, Vicente Sánchez Baret, el Fiscal del Distrito Nacional, Julio Ibarra Ríos, Hatuey Decamps Jiménez, Fulgencio Espinal y otros tantos.
Desde hacía un buen tiempo, había un franco tirador situado en posición para dispararle, pero no tenía buena visibilidad para ejecutar la acción. Nos hacía seña de que no miráramos para donde estaba para no despertar sospechas, pero el miedo y el deseo de que aquello terminara rápido, nos hacía voltear hacia donde estaba de manera involuntaria.
Se nos dijo después, que se planeó introducir un gas letal a través del conducto del aire, lo que se descartó ante la posibilidad de que algunos rehenes fallecieran. Finalmente, vino la orden de dispararle a través del plafón del techo y, concomitantemente, derribar la puerta, tras la cual éste se guarecía.
El desenlace se produjo cuando el entonces subdirector del Departamento Nacional de Investigaciones (DNI) Roberto Gobaira derribó la puerta y Sánchez Pineda, herido en una pierna, le hizo un disparo en el costado izquierdo que por poco le cuesta la vida. Sin embargo, luego de recibir atenciones médicas, se recuperó y se reintegró a sus funciones.
Después de unas 7 horas en condición de rehenes y con familiares y amigos rodeándonos y expresándonos sus afectos y solidaridad, vino la orden de que debíamos ser conducidos al Palacio de la Policía Nacional, a los fines de ser interrogados buscando informaciones que condujeran hacia posibles cómplices del secuestrador.
Sánchez Pineda permaneció unos años preso en La Victoria, fue indultado y retornó a su vieja actividad de distribuir billetes y quinielas de la Lotería Nacional, haciéndose luego mayorista del negocio, gracias a la ayuda del doctor Miguel Ramón Bona Rivera, dirigente reformista con el que estuvo emparentado y que administró esa empresa entre 1986 y 1988.
Tanto Melton como algunos de los rehenes fuimos informados de que Sánchez Pineda se sintió traicionado, pues consideró que había sido indulgente con nosotros al no matarnos y que, sin embargo, fue engañado y capturado. Su intención era castigarnos por eso.
Tras ser liberado de la cárcel, logró obtener un arma legal con la cual se quitó la vida, suicidándose de un disparo por alegados motivos pasionales.
A 40 años de ese acontecimiento, justo es reconocer que, sin lugar a dudas, del grupo de periodistas plagiados, Montas, el único fallecido y quien además de laborar en Radio Comercial, fue empleado del matutino Listín Diario, jugó un papel estelar para calmar a Sánchez Pineda, quien por momento daba muestras de perder la paciencia y amenazaba con comenzar a matarnos, uno a uno.
En uno de esos momentos de extrema tensión Montas le dijo: ¨tranquilo, todo va a salir bien, pero si hay muertos las cosas se complican¨, a lo que éste reafirmó que, si no lo obligaban, su intención no era atentar contra nosotros.
Hoy día Negro Martínez y Pedro Familia residen en el exterior, Margarita Cordero, Manuel Jiménez, Rosario Tifá y el autor nos hemos mantenido en el ejercicio de la profesión, dispersos, cada quién en sus quehaceres, pasan años sin comunicarnos, pero con el mismo afecto y conscientes de que ese 16 de mayo de 1979, el destino nos dio una nueva oportunidad.