Por Francisco Luciano

La mujer acudió a la tienda con la decisión de comprar un par de zapatos que le quedaran cómodos y que además combinarán con la cartera que había recibo como regalo por parte de una amiga.

Una vez en la tienda, pidió asistencia a una de las jóvenes que allí laboran.

-Busco unos zapatos de color rojo vino, como esta cartera.

-¡Claro! Tenemos varios modelos en ese tono.

La joven le mostró varios zapatos y la señora, luego de probárselos, dijo:

-Me gustan estos, son bastante cómodos y van bien con la cartera.

Mientras se dirigían a la caja, la joven que le asistía, le preguntó:

-¿Se prepara para una fiesta?

-Para nada. Respondió la señora con una amplia sonrisa.

En eso, un joven que se encontraba en la fila de pago, refiriéndose a la joven asistente, le dijo:

-Eres la mujer más hermosa que jamás había visto.

Ella fingió ignorarlo y más adelante preguntó a la clienta:

-¿Verdad que todos los hombres son mentirosos?

La mujer le respondió con naturalidad:

-No lo sé.

-¿Cómo que no lo sabe?

-No puedo saberlo, porque no he tratado con todos los hombres.

La mujer pagó y con pasos firmes, salió de la tienda.

Generalizar es un mal del que acusan muchas personas. Hacerlo no es bueno, ni para mal, ni para bien, porque se mete a todos en el mismo saco y eso no es correcto.

Generalizar de manera positiva tiende a construir un mundo falso que al ser descubierto frustra. Al hacerlo de manera negativa se contribuye a matar la fe, a sembrar escepticismo y propagar desconfianza entre las personas, lo que resulta muy negativo para los seres humanos que estamos destinados a vivir en sociedad.

Es autor es docente universitario y dirigente político.