Por Manuel Hernández Villeta/A Pleno Sol

El proceso de institucionalizar el país es difícil. Se transita por carriles de intolerancia, donde se impone la ley del más fuerte. La prepotencia es la cara visible de los que llegan a tener puestos de mando.

Hay que hacer cambios en la mentalidad, de los que están llamados a organizar cambios sociales. Las instituciones son frágiles, cuando no pueden desarrollarse, y se mueven al capricho de los directores de ocasión.

El gran legado que un político dominicano puede dejar, es el establecer las bases de la institucionalidad. Hay que tener determinación, verticalidad, coraje y no dar pie al amiguismo, pero tampoco a los rencores.

Para los políticos el tema de institucionalizar el país solo es parte de la campaña electoral. Es una acción que a primera vista no es llamativa para las grandes masas. El hombre inmerso en buscar la comida del día, es muy difícil que se pierda en la búsqueda de soluciones colectivas.

Y ese hombre excluido está equivocado. Su hambre y miseria en gran aparte ha tomado fuerzas porque las instituciones son de papel, zarandeadas por la corrupción. Donde hay un sistema democrático que responda a los mejores intereses del pueblo no se dan los abusos, los atropellos y el cierre de oportunidades.

De ahí que la política deviene en una piñata, donde cada cual va a tratar de alcanzar beneficios personales a como dé lugar, porque estima que el ascenso por medios profesionales o en base a la mano de obra de un obrero o técnico, no es una maniobra que puede ser coronada por el éxito.

El presente gobierno, con un largo camino por delante, puede hacer mucho en el proceso de institucionalizar el país. Está dando pasos certeros con la justicia independiente y la reorganización de la policía.

La intranquilidad ciudadana es una de las grandes preocupaciones del país, razón por la cual el gobierno tiene que disponer la mayor cobertura para acabar con los robos, atracos y violencia en general.

Para reducir los índices de violencia es necesaria una justicia independiente, que actúe sin dar favores, sin pedir canonjías, y que en sus acciones no tenga ni amigos ni enemigos. Hoy, la justicia dominicana va dando pasos certeros hacia su fortaleza e institucionalidad.

Sin embargo, los principales actuantes del Ministerio Público siguen siendo nombrados o cancelados por un decreto del Poder Ejecutivo. Eso merma el radio de acción de la justicia independiente. Hay que buscar mecanismos que le den total autonomía, para que pueda cumplir con su trabajo sin tropiezos.

Pero no se puede pensar en una reforma constitucional, para dar independencia a la justicia. Es abrir una caja de pandoras y de misterios, realizar una reforma constitucional. Hay que fortalecer la justicia, darle total independencia, pero que no se toque la Constitución. ¡Ay!, se me acabó la tinta.