Por José A. Leonardo

El presidente Luís Abinader heredó de todos los gobiernos anteriores un pesado fardo que tiene que cargar y mantener: La inmigración haitiana.

Heredó miles de parturientas, niños pedigüeños, de limpiavidrios, miles de chiriperos, una amplia colonia de jornaleros, cientos de haitianos enfermos y otros que se dedican a delinquir. Estos últimos son, afortunadamente, los menos. Pero todos conforman una masa que vive en la extrema pobreza.

Eso heredó el presidente Abinader por la innombrable irresponsabilidad de anteriores gobiernos. Una cáfila de cobardes genuflexos que, mientras más letrados, menos se atrevieron a enfrentar la inmigración ilegal, con la ley en las manos.

Los escasos recursos del Estado que dejaron los funcionarios -con honrosas excepciones- tienen que ser dedicados a los haitianos, en buena parte. El ejemplo más socorrido es el de los hospitales del país, donde son atendidas las parturientas que vienen en tours, manejados por delincuentes, a tener sus hijos con seguridad y ciertas comodidades que no les ofrece Haití.

Ahora, cuando el gobierno dominicano se apresta a vacunar a sus nacionales, mediante la compra en el exterior de millones de vacunas qué va a pasar. Los delincuentes locales y haitianos comenzarán a vender tours para vacunación a los haitianos que permanecen en Haití. Eso aparte de todos los que citamos al comienzo.

De ninguna manera propugnamos porque se niegue la vacunación a los desafortunados vecinos. Lo que si hacemos es advertir a las autoridades que deben hacer todo el esfuerzo en prevenir una masiva inmigración haitiana a tales fines.

Ellos pueden reclamar, los que ya viven aquí y los que puedan venir, ser inmunizados contra el covid-19. De hecho tienen de su lado a los comisionados de derechos humanos, la OEA, la ONU, grupos internacionales, ONGs y gobiernos que empujan al dominicano a resolver el problema haitiano. Y tienen perfecto derecho a ser vacunados, como seres humanos que son.

Mientras, eso encarecería significativamente el programa de vacunación, de por sí costosísimo, logrado en base a préstamos en la banca internacional.

Entonces, necesitamos que los gobiernos que buscan soluciones al problema haitiano a través de nosotros, donen recursos que nos ayuden en este gravísimo caso. Porque sabido es que mientras las calles, parques, fincas y barrios estén repletos de ilegales haitianos que no sean vacunados, el gobierno dominicano no podrá dar por concluida la jornada de inmunización contra el covid-19. Esa es una grave responsabilidad que tienen que enfrentar ahora mismo las autoridades nacionales.