Por Néstor Estévez

Recientemente he publicado sobre reputación, sobre esa huella o sello que dejamos en los demás y que termina condicionando nuestras relaciones. Así vimos cómo los hábitos cotidianos terminan creando un “sello” personal: una especie de marca que otros perciben de nosotros.

Explicamos sobre gente que termina ganándose motes como “el negativo”. También vimos que el asunto no se queda ahí, sino que así recuerdan los demás a esa gente y que como tal la tratan.

Por fortuna, también vimos que quienes por sus hábitos y acciones dejan huellas positivas logran fama de ser personas confiables, solidarias o cualquier otra etiqueta que se correspondan con sus actuaciones habituales. Referimos que las huellas, positivas o negativas, se forman e inciden en la familia, en la comunidad o en el trabajo y en otros muy diversos ámbitos de la sociedad.

Pero siendo las redes sociales esa especie de “arena pública”, como la llaman algunos especialistas, y que han llegado a lograr omnipresencia en nuestras vidas, es muy válido preguntarse: ¿qué ocurre con nuestras huellas en redes sociales?

Sencillamente, lo que publicamos nos define. Y así ocurre porque cada publicación en redes sociales es un espejo que amplifica nuestra marca personal. En redes como Facebook, Instagram o X (antes Twitter), lo que compartimos deja huellas más fuertes que en la conversación cara a cara.

Si alguien publica constantemente noticias tristes, quejas o burlas, pronto será visto como “el pesimista” o “el amargado digital”. Aunque en su vida real sea diferente, la percepción en el mundo virtual termina pesando. Así es como una simple mirada sirve para identificar a quien protesta por todo, a quien vive de denostar, en fin, a cada quien según lo que publica.

Por el contrario, quien comparte contenido útil, reflexiones equilibradas o momentos positivos de la vida cotidiana suele ser recordado como alguien que inspira confianza o genera buen ánimo. Es lo que algunos especialistas llaman marca o huella digital: la versión pública de nuestro sello personal en internet.

En uno y en otro caso, aunque publiquen pensando en que se están dirigiendo a su “blanco de público” y hasta con el convencimiento de que “se la están comiendo”, lo real es que, dependiendo de quien vea sus mensajes, están diciendo mucho sobre su propia persona.

A cada quien lo suyo

Quien siempre comparte quejas políticas, aunque tenga razón en algunos planteamientos, con el tiempo la gente lo identifica como “el que todo lo critica” y termina perdiendo. Mientras, quien llena sus redes de frases motivadoras y gestos solidarios también “cosecha lo suyo”: se convierte en referente de esperanza para sus contactos, aunque tenga sus propios problemas.

La diferencia principal con las redes es que lo que publicamos queda registrado. Una conversación cara a cara se olvida con el tiempo; un post o un tuit puede ser recordado años después. Eso hace que el sello digital sea aún más fuerte. Incluso, aunque borremos, alguien pudo haberlo guardado, y lo puede volver a publicar.

Por eso, antes de publicar, conviene preguntarse: ¿esto aporta algo? ¿A quién? ¿Quiero que me recuerden por este tipo de mensajes? ¿Me suma o me resta como persona?

Claves fundamentales

Algunas claves sencillas y muy prácticas pueden ayudarnos a bien gestionar nuestra reputación digital:

1.- Ser selectivos. No todo lo que pensamos o nos llega merece ser publicado. Elegir bien lo que compartimos es cuidar nuestro sello.

2.- Equilibrar. Está bien denunciar problemas, pero conviene acompañarlos con propuestas, datos o ejemplos positivos.

3.- Mostrar humanidad. No se trata de parecer perfectos, sino de reflejar un balance: logros, aprendizajes, errores y también gratitud.

4.- Pensar en el futuro. Lo que publicamos hoy puede influir en oportunidades laborales, relaciones o proyectos mañana.

5.- Revisar el historial. De vez en cuando conviene mirar lo que hemos compartido, y borrar lo que ya no refleja quiénes somos.

Recuerda: tanto en la vida diaria como en las redes sociales, nuestro sello se construye con lo que repetimos. Lo que decimos y hacemos, incluso sin proponérnoslo, se convierte en la huella por la que otros nos recuerdan. Así se construye nuestra reputación digital.

Concluyo preguntando: ¿qué quieres que la gente piense cuando vea tu nombre en una publicación digital?