Por Milton Olivo
La República Dominicana se encuentra, como nación, en una encrucijada histórica. Para alcanzar su máximo potencial de gloria, es necesario que cada dominicano y dominicana comprenda que el camino hacia su evolución y bienestar no es fácil ni inmediato, pero es un proceso que depende de la claridad con que entendamos nuestros valores y principios fundamentales. Los senderos de la inteligencia, la prudencia y la justicia son los pilares esenciales que nos conducirán hacia el progreso y la prosperidad como sociedad.
El Camino hacia la Evolución Nacional
El crecimiento de una nación comienza en el corazón de cada individuo. La batalla más grande que enfrenta el ser humano no es la lucha contra factores externos, sino la guerra interior que libramos con nosotros mismos. Cada dominicano debe aprender a dominar sus impulsos y orientar su vida hacia lo que es verdaderamente valioso. El amor a Dios, la inteligencia, la prudencia y la justicia no son solo principios abstractos; son los faros que nos guiarán a la cima de la evolución humana y colectiva.
Para llegar a ese estado de gloria, es imperativo que los dominicanos comprendamos y apliquemos estos principios en nuestra vida diaria. La inteligencia no solo se refiere a los conocimientos académicos, sino también a la sabiduría práctica, a la capacidad de tomar decisiones sensatas para el bien común. La prudencia nos invita a actuar con cautela y previsión, pensando siempre en las consecuencias de nuestras acciones a largo plazo. Y la justicia es el principio que debe regir tanto en nuestras relaciones personales como en la estructura social, asegurando que todos tengan las mismas oportunidades y el mismo respeto ante la ley.
El Rol Fundamental de la Educación
Para que la población dominicana avance hacia su máxima gloria, para que juntos podamos hacer realidad una Quisqueya potencia; la educación se erige como el pilar fundamental. No hay evolución sin el desarrollo intelectual, sin la formación ética y moral de cada ciudadano. La educación debe ser vista como un proceso integral que no solo busca impartir conocimientos, sino también cultivar el carácter, el autocontrol y la capacidad de contribuir al bienestar colectivo.
Este proceso educativo debe estar acompañado de orden y disciplina, cualidades esenciales para obtener la victoria. El orden es el principio que organiza nuestras acciones y nuestras vidas en la senda del progreso; la disciplina, la capacidad de mantenernos enfocados en el objetivo, incluso cuando las adversidades parecen insuperables.
El Autodominio: La Clave de la Victoria Personal
El autodominio es, en última instancia, la clave para alcanzar la victoria sobre uno mismo. Enfrentarse a los desafíos de la vida con integridad, coherencia y fuerza interior es lo que define al verdadero vencedor. El hombre y la mujer que buscan lo bueno, lo bello y lo justo, a pesar de las tentaciones que los desvían, son los que logran mantener el rumbo hacia una existencia plena y digna.
Practicar el bien, vivir según estos principios, es lo que nos lleva a disfrutar de una vida larga y plena, llena de paz, alegría y felicidad. Mientras que el mal, por el contrario, es sinónimo de sufrimiento, enfermedad, dolor, y, en última instancia, de la muerte prematura del espíritu y de la sociedad. La vida orientada por principios justos es la que permite a los individuos desarrollarse de manera integral, y a la nación, prosperar en armonía.
Haití: Un Desafío Ineludible para la República Dominicana
Un aspecto crítico en este proceso de evolución es reconocer que uno de los mayores desafíos para la estabilidad y el progreso de la República Dominicana radica en nuestra relación con Haití. Si bien la historia compartida entre ambos países ha estado marcada por complejidades y tensiones, no podemos olvidar que Haití sigue siendo un tema central para el futuro de la nación dominicana.
El deterioro social, político y económico de Haití tiene repercusiones directas sobre la República Dominicana. Si bien, después de la muerte de Trujillo, nuestros gobernantes han optado por la opción de que otros países o actores internacionales asuman la responsabilidad de esta situación, la realidad es que no podemos permanecer indiferentes. Haití es nuestro problema, y su evolución o regresión nos afecta de manera directa. Demás han demostrado que no son capaces de gobernarse, alguien tiene que asumir el control, y a pesar de que no queremos, o lo hacemos nosotros los dominicanos, o seremos víctimas de su anarquía.
Por ello, es fundamental que, como nación, adoptemos un enfoque integral y estratégico para abordar esta cuestión. Este no debe ser un enfoque de confrontación, sino de pacificar militarmente ese territorio, desarmarlo y someterlos; y ayudar a su reconstrucción. El primer paso debe ser, teniendo claro que unos pocos concentran todas las tierras cultivables, nosotros imponer e impulsar una reforma agraria en Haití, promoviendo la distribución de tierras cultivables y el fomento de una agricultura sostenible que permita a su población mejorar sus condiciones de vida. Este proceso debe ir acompañado de un esfuerzo por promover la educación, la salud y el orden social, elementos esenciales para que los haitianos, a su tiempo, logren una evolución hacia un modelo de sociedad más avanzado.
El Camino de la Gloria
La República Dominicana tiene un largo camino por recorrer para alcanzar su máxima gloria como nación, pero este camino se inicia en la transformación de cada individuo. La inteligencia, la prudencia y la justicia son los senderos que nos conducirán a un futuro de prosperidad y bienestar. Sin embargo, para lograrlo, es esencial que cada dominicano y dominicana se comprometa con su propio autodominio y con el bienestar colectivo.
La educación, el orden y la disciplina serán los pilares fundamentales sobre los cuales se edificarán nuestras victorias. Y, finalmente, debemos asumir que la situación de Haití, aunque ajena en muchos aspectos, es una realidad que no podemos ignorar, sino que requiere de un enfoque integral que permita contribuir al bienestar de toda la isla.
La gloria de la República Dominicana no es solo un sueño, sino un destino posible, alcanzable a través del esfuerzo conjunto y la práctica de valores que nos eleven como nación. Solo así alcanzaremos el verdadero bienestar, la paz duradera y el progreso que todos los dominicanos merecemos y para juntos hacer realidad el sueño de una Quisqueya potencia.
El autor es escritor y activista por una Quisqueya potencia.