Por Milton Olivo

La base ideológica de la política del presidente Donald Trump, enfocada en “poner a Estados Unidos primero”, ofrece una visión que, en muchos aspectos, tiene el potencial de servir como referente para el desarrollo económico y la consolidación del desarrollo en la República Dominicana.

Como lo declaró el nuevo secretario de Estado de Trump, Marco Rubio, -en su discurso de toma de posesión-; “la política de Estados Unidos es ante todo defender los intereses nacionales, y esperamos que nuestros socios internacionales sigan el mismo ejemplo”. Este principio puede proporcionar a la República Dominicana una guía clara para fortalecer sus propios intereses, tanto en términos económicos como sociales.

Uno de los puntos clave en la administración de Trump es su enfoque migratorio. La idea de priorizar los intereses nacionales sobre la apertura migratoria tiene una notable coincidencia con los desafíos que enfrenta la República Dominicana con la creciente “invasión pacífica” de migrantes indocumentados provenientes de Haití, lo que amenaza la soberanía nacional, generando, además, tensiones y dificultades en la gestión de recursos y servicios públicos.

Trump propugna por una política migratoria estricta, basada en el fortalecimiento de la seguridad de las fronteras, la implementación de leyes más rigurosas y deportación masiva de indocumentados. En la República Dominicana, es la gran oportunidad para adoptar una política similar para resolver tan grave problema, en especial, sin presión de los Estados Unidos como en el pasado.

Otro aspecto en el que la política de Trump podría influir en el desarrollo dominicano es en la necesidad de una mayor equidad en la redistribución de la riqueza y los recursos. En este sentido, un claro ejemplo es la concentración de tierras en manos de grandes conglomerados como Central Romana y el Grupo Vicini. E inclusive, fue el mismo destino de los terrenos del antiguo Consejo Estatal del Azúcar (CEA).

En lugar de que grandes grupos económicos sigan acaparando vastos territorios, podría ser más beneficioso para la economía dominicana dividir esas tierras en lotes más pequeños, por ejemplo, de 200 tareas, entregándolas en financiamiento a largo plazo a familias productoras que podrían pagar con la producción, como suplidores de caña de azúcar a estos ingenios. Este exitoso modelo fue aprobado por el Consejo Estatal del Azúcar beneficiando a miles de familias en el pasado.

Un claro ejemplo es el sector pesquero, una isla rodeada de agua que debería ser un importante suplidor global de pescado, importa mas del 80% solo para beneficiar nuestra oligarquía, que controla la importación. La República Dominicana posee un enorme potencial con la pesca industrial, la acuicultura y la maricultura, sectores que están siendo subutilizados debido a los intereses importadores que prevalecen en el país.

El modelo de Trump de centrarse en el desarrollo interno y la reducción de dependencia de productos extranjeros, es el espejo en que debemos vernos, lo que traería enormes beneficios a la República Dominicana. Este enfoque tiene el potencial de abrir puertas a nuevas oportunidades laborales, elevar la producción local y, por ende, aumentar las exportaciones y la creación de empleos.

Sin embargo, el éxito de estas políticas no depende únicamente de las decisiones económicas, sino también de la responsabilidad, el compromiso y la visión de la clase política dominicana. Un liderazgo comprometido con el bienestar del país, que sea capaz de resistir las presiones de los grandes intereses económicos, es fundamental para implementar cambios significativos.

Definitivamente, el impacto de las políticas de Trump en el desarrollo dominicano podría ser muy positivo, si se adaptan de manera estratégica a las realidades del país. Es tiempo de pensar en grande y actuar con responsabilidad, con la mirada puesta en el futuro del país y en el bienestar de su gente, para así hacer realidad una Quisqueya potencia.

El autor es escritor y activista por una Quisqueya Potencia.