Por Juana Rubio
La recuerdo como una persona que se daba a los demás sin ocuparse de sí misma.
Tan simple que no exhibía gran maquillaje, prendas, ni joyas o vestimentas.
Discreta en demasía.
Firme con sus creencias y exquisita en su gusto musical.
Mejor compañera, leal y decidida en las batallas que le tocó librar en favor de familiares y amigos cercanos.
La recuerdo en aquellos años difíciles cuando mostró valentía sin hacer bulto.
Las noches de la Jornada del Silencio en 1974.
Silencio roto por numerosas explosiones en los barrios populares en protestas por la reelección de Joaquín Balaguer.
Los días de la gran abstención.
La búsqueda de los velatorios de compañeros asesinados en calles y callejones.
Su arrojo, forrada de cédulas rumbo a un callejón en San Carlos para sellarlas porque para conservar el trabajo de los servidores público o visitar a los muchachos en La Victoria el documento debía rezar: “Votó el 16 de mayo”.
Flaca de nacimiento, te dolían las costillas cuando fue necesario dormir en los bancos en la ocupación de los templos católicos en demanda por la libertad de los presos políticos.
Hoy tus huérfanos no solo son Laura e Isaac, también Quienes conocimos y vivimos tu solidaridad en medio de la dificultad, porque ese gobernante ni amaba ni odiaba, le rompía el… a cualquiera
No sé cómo decirlo ahora, aunque contigo nunca rebusqué las palabras.
Sin la brega que da hacer una determinación de herederos, nos dejaste demasiado.
Nos dejaste tu ejemplo.
Creo oírte cantar junto con Alberto Cortés una de tus favoritas, Los demás.
* Tatica es Altagracia Castillo
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