Por Ramón Colombo/FOGARATE
Con más de cien playas para bañarse y tomar el sol. Con montañas que no llegan a las alturas del mareo. Con un verdor que cubre toda su tierra, sin un metro cuadrado de aridez. Con valles y llanos cargados de siembras generosas. Con un clima eminentemente tropical que jamás llegará a dañar a nadie. Con más de doscientos cursos de agua que alegran todos sus espacios. Con caminos y transportes que llegan a todas partes. Con un pueblo que le ofrece comida, bebida y amistad a todo el que llega… (Hablo con orgullo de República Dominicana, que ya se perfila como potencia turística capaz de recibir más visitantes que la población que tiene).