Por Leonardo Cabrera Diaz

Corren los días, y como protagonistas de nuestras vidas, hemos actuado en diversos escenarios, unos gratos y placenteros, otros algo desagradables y dolorosos, que dejan surcos y estigmas que solo con el paso del tiempo aprendemos a convivir y compartir espacios con ellos.

Corren los días, porque de eso se trata la vida, de una simple sumatoria de los días vividos.

De triunfos y fracasos, de errores y aciertos, de risas y llantos, de penas y alegrías.

Entre esperanzas perdidas e ilusiones que nacen, así corren los días, así corren los días.

Entre la nobleza y la mediocridad, entre la lealtad y la traición, entre la bondad y la maldad, entre el que desiste y el que continúa, entre la abundancia y la escasez, entre lo bueno y lo malo, entre la verdad y la mentira, así corren los días.

Entre el desamparo de muchos que a duras penas mal viven y la opulencia y el despilfarro de tantos que sólo para sí perciben que el mundo existe, porque sólo en su entorno la existencia es posible, y así corren los días.

Y pensar que para muchos es solo ver los días pasar, alimentando esperanzas, añorando cambie su destino.

A la espera del o los políticos o funcionarios que se conviertan en la excepción de la regla, tal y como prometieron.

“San Cristóbal, es el mejor ejemplo”, no tiene quien rompa la piñata de los desganos, del olvido y el tradicional “más de lo mismo» que marcan el correr de sus días.

Con Dios siempre, a sus pies.