Por: Francisco Luciano
Un partido que, con apenas cinco años de existencia, ha pasado de 5 a 30% en las preferencias electorales, no puede considerarse fracasado, ni derrotado. A lo menos que puede aspirar su equipo dirigente es a ser ratificado, bajo el compromiso de continuar trabajando el perfeccionamiento de su estructura orgánica, cualificándola con una adecuada educación política que permita elevar la conciencia y el compromiso partidario de sus integrantes.
Pero como en la viña del señor podemos encontrar de todo, tenemos a quienes, argumentando la necesaria renovación, pretenden ascender en el seno de la propia dirección a la que pertenecen, desplazando a quienes han probado tener tanto compromiso como ellos para convertir a la organización en una entidad fuerte y moderna donde reine el respeto a la institucionalidad.
Quienes anuncian que: “si en FP no hay renovación habrá graves dificultades” en los hechos lo que nos están diciendo es que, si no se les elige a ellos tendremos dificultades. Nos parece que ese pronunciamiento contiene una cargada dosis de chantaje o que bien pudiera estar respondiendo a la agenda de un currículo oculto que el devenir determinara su génesis y desenlace.
Aquellos que, violentando las decisiones de no hacer proselitismo a destiempo, ahora se escudan en la “renovación necesaria”, pierden de vista que los transgresores de las reglas carecen de calidad para pretender ser estandartes.
El solo planteamiento de anunciar problemas en caso de que la mayoría de la militancia no los elija a ellos, los hace inelegibles tanto en la lógica de la dialéctica como en el razonamiento del sentido común, pues a lo que debe aspirar un militante consagrado es a ejercer su derecho de aspirar con el único compromiso de acogerse a la decisión que finalmente adopte la mayoría, pero quienes prefieren condicionar a la mayoría o atemorizar con carabinas bacías simplemente están haciendo un ejercicio de retórica infundada.
Cuando se plantea la renovación como discurso recreativo para promover aspiraciones sobre la base del chantaje, se actúa como quinta columna y se formula un discurso disociador que cultiva la división.
En un partido democrático es necesario permitir que la gente se exprese. En una organización con vocación de poder y compromiso social las individualidades tienen que ser secundarias, pues lo relevante es la voluntad del conjunto y no la del individuo.
El llamado es a cerrar filas en la unidad de criterios y acción para que podamos alcanzar el poder político, adoptando todas las decisiones que racionalmente resulten convenientes al desarrollo de la Fuerza del Pueblo y para eso es necesario aplicar a nuestra militancia una potente vacuna contra el chantaje.
El autor es docente universitario y dirigente de Fuerza del Pueblo.