Por Manuel Hernández Villeta/A Pleno Sol

La Constitución dominicana no puede ser descuidada ni en un solo segundo. Nunca se puede considerar que el documento Patrio esté blindado y a fuerza de violaciones. Son los hombres y sus ambiciones los que fraccionan la Constitución.

De ahí que la mejor protección para la Constitución es respetarla y hacerla respetar. Nunca una violación a la Carta Magna debe quedar impune. Cada uno de sus decretos habla con claridad, no debe ser motivo de interpretaciones.

Hoy hay tribunales, como el Constitucional, y una fuerte Suprema Corte de Justicia que deben estar en pie, en ristre, para defender al libro que es la conciencia nacional. A ningún magistrado se le debe doblar el pulso para aplicar sanciones a las violaciones constitucionales.

No es un pedazo de papel, aunque los gobiernos de fuerza y los déspotas ilustrados han tratado de echarla al zafacón. La Constitución ha perdurado a lo largo de los años, con remiendos, con tropiezos, con violaciones y con reformas hechas a la carrera.

Hoy tenemos una Constitución que no es un papel de basura, que se ha impuesto a lo largo de los años, y que el pueblo se ha mantenido vigilante de que no se viole. Cuando se le quisieron hacer reformas en busca de una reelección, todos a una lo impidieron.

Un chusco diría si hoy no es día de la Constitución, a que vienen estas reflexiones. Valen. Estamos frente a un día en que se condensaron todas las luchas del país, y los deseos de un mejor futuro para todos. El 24 de abril.

La revolución del 1965 fue un producto de la violación a la Constitución del 1963. Sin el golpe de Estado a Juan Bosch, no se hubiere producido la lucha Patria. Nunca se olvide que el principal estribillo del pueblo en armas era ¡Retorno a la constitucionalidad, sin elecciones!

Con las armas en las manos, el pueblo dominicano dio una clara demostración de que no permitiría nunca jamás que se violentara el orden institucional en el país, y que la Constitución se utilizara como papel sanitario. Queda ahora que cada cual sepa cumplir con su rol histórico.

Hoy hay circunstancias distintas a las del interregno de 1961 al 1965. Los cañones están en silencio. No es hora de confrontaciones ni luchas armadas. La República Dominicana quiere paz, tranquilidad, armonía y unidad de todos para alcanzar el progreso y el desarrollo. ¡Ay!, se me acabó la tinta.