Por Manuel Hernández Villeta/A Pleno Sol

Ya comenzó la cuenta regresiva. Antes de dos años serán celebradas las elecciones presidenciales. También irán en paquete periférico las municipales y las legislativas. El país reclama cambios y alternativas. Ya el terremoto político se comienza a sentir.

De hecho, hace tiempo que comenzó la campaña electoral. El Partido de la Liberación Dominicana busca a su símbolo presidencial; el presidente Luis Abinader da demostraciones de que irá por los próximos cuatro años, y con Leonel, la Fuerza del Pueblo ya tiene su candidato.

A los 22 años del siglo 21, la forma de hacer política cambió. Ya no se da importancia a los discursos encendidos, como los que pronunciaba cada día el doctor José Francisco Peña Gómez, en el pasado mediodía de Tribuna Democrática.

Los publicistas y los creadores de imagen son los reyes de las campañas. Echan a un lado los pronunciamientos, los programas de gobierno y se centran en captar una sonrisa, vender la esbeltez, las libras de menos, las canas tapadas con un fuerte tinte y la ropa de ocasión.

Para un candidato, el saco y la corbata solo son necesarios si van a tratar con gente de dinero, con la cúpula social o empresarial, después, vasta con el manga de camisa, para rememorar a las candidaturas presidenciales de los Estados Unidos.

Una consigna que pegue puede dar paso a la Presidencia. La turbamulta se puede concentrar en un puñado de muchachos que con buenos tiros de cámara y videos griten a pleno pulmón. Estamos en la era digital, y la actividad política se sumerge ante ella.

La dádiva, la asistencia social clientelista, del gobierno y de la oposición, es el mejor trago que muchos tomarán todos los días. Abre puertas y adherencias. Esa masa sin cuerpo y sin cabeza, solo necesita subsistir un día más, y se agarra del que le ofrece una falsa tabla de rescate.

Para que cambie la actividad partidista nacional, tiene que haber nuevas coyunturas. Las circunstancias y los hombres se mueven de acuerdo a los clarines de la hora. Aquí no maduren circunstancias nuevas, y las coyunturas lucen arrinconadas en su espacio.

Pero mientras los publicistas trabajan en el toque de luces y sombras del próximo video, las desavenencias sociales se aumentan, son irreconciliables, aunque sin explosividad, las posiciones de ricos y pobres. No existe el árbitro para unir intereses y que todos puedan sobrevivir.

De cara al futuro, nos encontramos con un país que necesita dar un salto adelante en los próximos dos años. El que no avanza retrocede. La institucionalidad nacional tiene que caminar con piernas de adulto, y todavía parece que esa fortaleza no existe.

Esperar. Dijo un apóstol que mil años se condensan en un día y un día equivale a mil años. Estamos lejos de esos rompimientos sociales, por lo que solo resta ver pasar el acontecer de estos dos años. ¡Ay!, se me acabó la tinta.