Por Manuel Hernández Villeta/Un Pleno Sol

La violencia callejera, los robos, los atracos y los pandilleros son difíciles de eliminar. Se plantean fórmulas salvadoras, pero todas se encuentran con una dura realidad, y es que el delito de bajo nivel siempre se mantiene en marcha.

El régimen de consecuencias, de hacer pagar con cárcel a los que delinquen, aplica justicia por el hecho cometido, pero no termina con la creación de nuevos soldados del crimen. Hay muchas variantes para que florezca el delito, y todas deben ser arrancadas de raíz.

En los países subdesarrollados el crimen organizado, a cualquier nivel, surge entre el hambre y la miseria de los barrios marginados. Se torna en ocasiones en una malsana y falsa filosofía de vida, de que se atraca para comer. Eso no se puede permitir en una sociedad moderna.

Mientras haya hambre y miseria extrema será imposible controlar la violencia generada por la acción de los antisociales. El inicio en la carrera criminal tiene un primer paso impulsado por la exclusión social.

Se necesitan amplias transformaciones sociales, donde se dé mayor oportunidad a los residentes en áreas marginadas, para que puedan estudiar, conseguir un empleo, entrar al mercado informal, facilitarle asistencia médica y educarlos sobre el respeto a las normas civilizadas de convivencia.

Sin ser clientelista ni paternalista, le toca al Estado cumplir con esta misión. Aún dentro del margen social que estamos viviendo es posible la transformación mínima que necesita la sociedad, para que haya una plena convivencia. Es un camino donde todos deben aportar, pero también estos actores deben estar dispuestos a algunos sacrificios.

Pero inevitablemente las medidas de aplicar sanciones son necesarias para controlar el crimen. Las autoridades tienen que ejercer todo el peso de la ley para enfrentar a los antisociales, y ofrecer garantías a los ciudadanos de que nadie les vulnerará sus derechos.

En ese marco, es necesario que la policía amplíe los mecanismos de investigación del delito, para poder prevenir antes de que se cometan los hechos. Con la pesquisa llevada a cabo de modo científico se evita tener que trancar, sin pruebas, para sobre la marcha obtener una confesión.

Tiene que darse cuenta de la mayor colaboración entre la Policía y la justicia, para que todo el que cometa una acción violadora de la ley, pague por ella. Cada cual sancionado de acuerdo a la magnitud del delito cometido. En una verdadera aplicación de la ley, no pueden darse cuenta de injusticias, privilegios, amigos especiales y enemigos preferidos. ¡Ay!, se me acabó la tinta.