Por Rafael Peralta Romero/Voces y ecos

En la Biblia abundan relatos en los que se mencionan y etnias más por el gentilicio que por el nombre del lugar donde habitaban los involucrados en el narración. Mire esta breve historia de los judíos: “…hicieron huir delante de ellos a los cananeos, a los fereceos, a los jebuseos, a los siquemitas y a todos los guergueseos y habitaron en esa tierra mucho tiempo”. (Judit 5,15-16).

Los israelitas, hebreos o judíos, se destacaron no solo por su capacidad de guerrerismo y de atropello a los vecinos, sino porque su religión se ha impuesto y ha dejado sus marcas en otras religiones que practican otros pueblos del mundo. Aún hoy, algunos religiosos siguen creyendo que los hebreos constituyen el pueblo de Dios, posibilidad que quedó derogada con el nacimiento de Jesucristo.

Precisamente, entre ellos nació Jesucristo, el hombre más influente, hoy por hoy, en la historia de la humanidad. Nació en un lugar llamado Nazaret y vino a ser llamado nazareno, pero de niño fue llevado a vivir la región de Galilea y adquirió el gentilicio galileo. Compartió con samaritanos y una magdalena, fue perseguido por los romanos, traicionado por un iscariote.

Los judíos no se llevaban bien con la gente de Samaria, por eso una mujer de esa estirpe se extraña de que Jesús le pidiera agua mientras ella la sacaba de un pozo. “Dame de beber”, reclamó el Maestro. Entonces la samaritana le dijo: «¿Cómo es que tú, siendo Judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? Porque los judíos no tienen tratos con los samaritanos”. ( Juan 4, 9).

Que los samaritanos no disfrutaban de aprecio entre los compueblanos de Jesús queda evidenciado en el ejemplo usado por el nazareno para demostrar quién es el verdadero prójimo de alguien, frente a la desgracia sufrida por un hombre víctima de malhechores. Pasó un sacerdote y no hizo nada por él, tampoco un levita. Un samaritano lo curó y vendó sus heridas. De ahí el símbolo del buen samaritano.

Tras la desaparición física de Jesús, a sus discípulos se unió Saulo de Tarso, posteriormente llamado san Pablo, quien llevó a cabo una intensa predicación de la doctrina cristiana y sufrió persecuciones. El rey Areto IV y los nabateos lo hicieron huir de Damasco. Luego disfrutó la generosidad de los macedonios. En Corinto se entendió con su gente, luego envió dos cartas a los corintios.

El Apóstol visitó también y luego escribió cartas a los gálatas. Galacia es una ciudad del Asia Menor que recibió ese nombre de los galos (luego franceses) que en el siglo III a C atravesaron el mediodía europeo e invadieron el Asia. Vencidos, los galos se unieron a los romanos y muerto el último rey gálata (25 aC), Augusto convirtió la Galacia en una provincia romana

Pablo estuvo en la tierra de los tesalonicenses (Tesalónica); de los efesios (Éfeso), de los corrintios (Corinto), de los filipenses (Filipos), de los colosenses (Colosas, ciudad próxima a Laodicea) y por igual predicó a los hebreos y les remitió un texto teológico. Sin duda, la Biblia es abundante en el uso de los gentilicios, muchos de ellos gentilicios que han hecho marcas en la historia de la humanidad.

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