Por Manuel Hernández Villeta/A Pleno Sol

Necesario es fijar las reglas de juego en torno a la venidera campaña electoral. La Junta Central Electoral no puede evadir responsabilidades, y tiene que poner límites a los partidos, dentro de los reglamentos y las leyes.

Si en unas elecciones no hay reglas claras de disciplina y respeto, viene el caos. Toca a al JCE tener una línea de concertación y diálogo. El comienzo antes de tiempo de la campaña electoral hace aparecer en el horizonte nubes enrarecidas. De ahí, la importancia de establecer el orden.

Por siempre la JCE ha sido un organismo débil, que no puede hacer respetar los dispositivos electorales. Su muleta era el auxilio de una comisión de notables. Triste recuerdo de que en muchas ocasiones se burló la voluntad popular.

De lo que se trata hoy es de ir sentando las bases de que haya unas elecciones libres y democráticas. Con el ambiente de intolerancia que vive una parte del litoral político dominicano, es de seguro que muchos impondrán criterios en base a la fuerza de sus músculos.

Para tener en el 2024 unas elecciones libres y democráticas, hay que comenzar a trabajar hoy. El futuro arranca ahora. Si se dejan los procedimientos para última hora, habrá que ir al cementerio a resucitar a la comisión de notables-

La Junta tiene ejecutivos serios, lo de ser imparciales lo tendrán que demostrar en el calor de los combates. Cierto que los partidos políticos reciben cuotas en la designación de los funcionarios electorales, pero el compromiso de cada cual es con el pueblo dominicano y no un partido en particular.

En el pasado reciente la Junta fue un organismo vilipendiado, que no presentó la fuerza suficiente para someter al orden a los partidos políticos. En consecuencia, tomaba medidas media-tinta para salvar la situación. Que sucediera en el pasado, no obliga con grilletes, a que esas fallas se reproduzcan ahora.

Los tres partidos mayoritarios, y otros dos que siguen en el abanico, deben ofrecer toda su colaboración a la Junta, para que se puedan llevar a cabo unas elecciones libérrimas. El país tiene derecho a escoger a sus gobernantes, en el medio de la paz, la imparcialidad de los jueces, y el total acatamiento a los resultados. ¡AY!, se me acabó la tinta.